De FÚTBOL PARA TODOS a FÚTBOL PARA LA CÁMPORA

Nunca fui deportista. Mucho menos futbolero. Miro al futbol desde la política, donde deporte y poder confluyen en una síntesis muchas veces explosiva.
Don Silvio Berlusconi se propuso conquistar el poder en Italia, para lo cual, comenzó acumulando empresas y financieras, y a continuación fue monopolizando los medios (televisión, radio, diarios, revistas y editoriales). Pero comprendió que su popularidad no le alcanzaba para ganar elecciones, para ser “popular”. Lo consiguió comprando el club Milán y obteniendo campeonato tras campeonato en Italia y en Europa.
El “efecto Berulsconi” pasó a ser un caso de estudio para los analistas políticos y por supuesto para los actores y operadores de la política.

Se trasladó a nuestro medio: primero, con Macri, que logró la presidencia de Boca con el propósito de que sea su trampolín para la jefatura porteña y luego apuntar a su proyección nacional.

Boca logró convertirse durante su presidencia en un club exitoso en la Argentina, en Sudamérica (según tengo entendido ganó 4 copas Libertadores) y en el Mundo (ganó dos veces la final en Japón ante los poderosos Real Madrid y Milan).

Ese vicio de TV política

Analistas, periodistas y consultores, solemos asomarnos a la televisión con ojos particularmente inquietos cuando se trata de miniseries con sabor político. Nos resultan muy atractivas esos argumentos con  “tinte político” donde abundan complejas tramas de influencia, poder y traición, donde abundan los personajes cínicos, perversos, conspiraciones de poder muy intensas tanto nacionales como internacionales y las consabidas víctimas del “sistema” que suelen resultar héroes frustrados.

Pocas cosas en la televisión me atraen como estas cuestiones. Reúnen nada menos que el misterio en el uso y abuso del poder que se asocian al entretenimiento de la trama amorosa y hasta policial, para no perder audiencia. Y es aquí casualmente donde en general pierden un poco de realismo, aunque ganan en atractivo. Todo sea por el espectáculo!!

La columna de Mario Weinfeld que sugerimos leer aborda una de estas miniseries. Se trata de la serie británica “Secret State”. Como le pasó a Weinfeld, también me capturó y la devoré en dos noches. No solo abundaba en el juego malvado del poder político, sino que los hacía en la geografía del Reino Unido, algo que a me genera mayor interés. Los británicos suelen abordar las cuestiones de Estado con una particular filosofía, mezcla de ironía y sarcasmo. Además son particularmente realistas en su abordaje de los protagonistas, en grado mucho mayor que sus aliados norteamericanos, donde abundan los arquetipos del bien y del mal y se pierden los seres humanos con sus habilidades y fatigas.

La envidia de Stanislavsky

Pocos actores políticos tienen la aptitud de Daniel Scioli para victimizarse delante de las víctimas. Su capacidad de mimetización frente a la gente que sufre para mostrar que él, gobernador de la Provincia de Buenos Aires, sufre más que ellos, es solo comparable a los mejores actores del cine europeo.

La nota de La Nación realizada al esposo de  la víctima de la salidera que le costó la vida su hijo, solo puede juzgarse con lo mejor de la escenificación política de los últimos años. “Scioli me dijo que le tienen las manos atadas” , se titula  y hay que leerla y guardarla para saber hasta dónde puede llegar la actuación y el discurso de un político con tal de salvar su imagen y su incapacidad de resolver problemas.